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Hace años le dije a mi madre que me enseñara a hacer punto. No me cabía en la cabeza que algún día llegara a ser una abuela que no supiera tejer. Así que me puse manos a la obra y con su ayuda fui capaz de hacer un par de jerseys.

Pero los días se llenan de mil asuntos que hacer y a los que dedicarse y abandoné la afición tan rápido como vino.

Han pasado los años (así, en un plis-plas) y un día, ordenando armarios en la vieja casa de mi abuela, descubro un montón de revistas antiguas de hacer punto y un montón de agujas de tejer y de ganchillo. Y es entonces cuando me da de nuevo la ventolera y decido volver a intentarlo.

Esta vez la cosa no es tan fácil, ya no vivo con mi madre, ni siquiera vivo en la misma ciudad que ella, así que mi profesora particular sólo puede darme clases de vez en cuando y a distancia. Pero no me importa, tengo muchas ganas de hacer cosas bonitas, con mis manos y mi tiempo.

De pronto se abre todo un mundo de posibilidades a mi alrededor y me veo rodeada de amigas a las que les ha dado por las cosas bonitas y manuales. Todo encaja, los tiempos cambian y se vuelve a re-descubrir y valorar un montón de cosas que estaban a nuestro alrededor desde siempre pero que veíamos con ojos de rutina.

Todo son beneficios, mis tardes de invierno se me hacen cortas, me encanta tener un hobby, me ayuda a relajar la mente y el espíritu y me gusta pensar en cómo hacer cosas que queden chulas (es mejor dedicar nuestros pensamientos a cosas positivas).

Así que por aquí iré dejando las tareítas realizadas con el proceso y detalles dignos de mención. Por si me da por volver a abandonarlo y tengo que retomarlo de nuevo dentro de unos años…

Por supuesto se admiten encargos. Sólo tienes que dejarme algún comentario en el post que más te guste y lo hablamos.